miércoles, julio 15, 2009


Freud en la Chamba
Reflexiones clínicas a partir del libro “Cómo trabajaba Freud”


Siempre resulta intrigante para muchos la forma de actuar de un psicoanalista sobre todo porque presuponen una serie de modelos rígidos que rayan en la caricatura institucional. En el caso de Sigmund Freud, este actuar, adquiere mayor relevancia debido a su condición de inventor del psicoanálisis y así mismo de la figura y el quehacer del psicoanalista. El presente escrito es una serie de reflexiones sobre la clínica psicoanalítica que nos deja el trabajo de investigación presentado por Paul Roazen en su libro “Cómo trabajaba Freud. Comentarios directos de sus pacientes”[1], en especial el primer capítulo. En él, Paul Roazen justifica así lo emprendido para el libro:

“Debido a la gran atención que prestó Freud a pacientes, y además del impacto de sus escritos teóricos, a principios de los años 1965-1966 me propuse descubrir tanto como pudiera sobre el fundador del psicoanálisis reuniéndome con tanta gente que lo hubiera conocido como fuera posible. A lo largo de esta investigación intenté ver a todos sus antiguos pacientes que siguieran vivos; logré entrevistar a veinticinco de ellos, todos ellos ahora fallecidos. Algunos se analizaron con él durante un período relativamente breve, mientras que otros lo hicieron durante un largo período de tiempo. La información sobre su tratamiento estaba incluida en el marco de mi investigación sobre la naturaleza del psicoanálisis en aquella época temprana, además de lo que pudieran decirme sobre su contacto directo con Freud. Él había supuesto para estas personas una experiencia de formación en sus vidas. Aunque me interesaba conocerlo todo sobre la vida de Freud en un mundo distante que sólo esperaba comprender de forma indirecta, las principales preguntas que se barajaban en mi cabeza eran: ¿Qué se entiende por una buena terapia? ¿Qué talla tenía Freud como psicoanalista?”[2]
Roazen se adentra al mundo del psicoanálisis desde los conocidos, la historia y los sucesos. Lo que encuentra Roazen puede ser tomado fácilmente en dos vías igual de peligrosas. Por un lado el descalificar a Freud, y por efecto a todo el psicoanálisis, cuando se presentan las divergencias con respecto a las estrategias y modos de actuar de Freud contrapuestas con lo reportado y/o aconsejado desde la academia psicoanalítica. Por otro lado, la otra tendencia, es ver en toda acción de Freud, un genio incuestionable donde todo estaba “fríamente calculado” ya que “el profesor nunca se equivoca”. La forma que abordamos el tema buscando aprender en la experiencia del padre del psicoanálisis. Más allá de evaluar (y por consiguiente devaluar) “una buena terapia” o medir la “talla” de Freud como psicoanalista lo que traería una nueva “vara con la que todos serán medidos”, lo que nos deja la investigación de Roazen es la posibilidad de escuchar el efecto de la clínica desde esa forma en cómo cada quién “habla como le fue” en su análisis, ya que consideramos que la única crítica importante para el psicoanálisis viene desde la clínica. Además, nos permite ver a Freud como alguien que comparte una serie de experiencias clínicas dejando en claro que la práctica psicoanalítica es realizada en la incertidumbre.

El reconocimiento de los otros dones

En el primer capítulo de Roazen lleva por nombre “El tema de la frialdad, Albert Hirst” y comenta que le parece “una persona adecuada para empezar” por haber sido “el paciente más puramente terapéutico” que entrevistó ya que nunca tuvo intensiones de formar parte del movimiento psicoanalítico en Viena. La época que abraca es la siguiente:

“Hirst le decía a Anna que se había analizado con su padre desde 1909 hasta 1910; entonces sólo tenía 23 años y asistió a un régimen de sesión diaria”[3]

Recordamos que es la época de “la realización de un sueño diurno” como Freud hace alusión en su Presentación autobiográfica (1925) a las serie de conferencias que dictó del 6 al 10 de septiembre de 1909 en la Universidad de Clark, Massachusetts. Para Freud significó “el primer reconocimiento oficial de la joven ciencia”[4] del psicoanálisis.

Aprovechemos el espacio para hablar de los tiempos. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Esa época es de los primeros tiempos divulgación del psicoanálisis. Una época donde los psicoanalistas hablaban públicamente de sus hallazgos e ideas y cuyos seguidores y detractores iban en aumento. Para 1909 los libros de Freud, donde se podría encontrar a qué se refiere esta nueva disciplina tienen más de difusión y creatividad que de institucionalidad y de moldes predeterminados. Lo que encontramos en obras como “Interpretación de los sueños”, “Psicopatología de la vida cotidiana”, “El chiste y su relación con el inconsciente”, “Tres ensayos para una teoría sexual” y los artículos “El delirio y los sueños en la Gradiva de W. Jensen”, “la indagatoria forense y el psicoanálisis”, “Acciones obsesivas y prácticas religiosas” o “El creador literario y el fantaseo” es una constante acción de relación desde psicoanálisis de la clínica, de la atención directa de pacientes, con temas del ámbito social, de la vida popular. Ese Freud de entonces, es el de un investigador que mostraba que, parafraseando lo que decía Bourdieu con respecto a la sociología, el psicoanálisis es un “deporte de contacto”. Actualmente la opinión pública con respecto al psicoanálisis ni siquiera es de ataque, si no de una creciente indiferencia. A lo más, queda como la idea de algo pasado que ya nadie usa, como una vieja religión a la que unos cuantos fundamentalistas todavía rinden culto y cuyas interpretaciones no provocan el mínimo de asombro, prueba de su caducidad y elitismo.

Ese no es el tiempo que Hirst fue atendido por Freud. El subtítulo que propone Roazen “el tema de la frialdad. Albert Hirts” proviene de justamente de lo que sobresale del encuentro con Freud, donde este tema es el primero que se cuestiona. Hirst ha escuchado rumores de Freud y en cierta ocasión le pregunta sobre el tema de la cocaína. Freud, sin reparos, habla del tema con su paciente.

“Hirst añade que Freud se dirigió a una sala anexa para traer una copia de un artículo que había escrito sobre la cocaína, en cuyas conclusiones declaraba que cabía esperar más avances científicos. Fue una experiencia “muy impresionante” para Hirst.”[5]

Más allá de los motivos de Freud, incluso más allá de la técnica o los cánones sobre la neutralidad, dirigimos nuestra atención al hecho de que Hirst primero recuerde este suceso al grado de nombrarlo una experiencia “muy impresionante”. ¿Esperaría Hirst que Freud no quisiera ahondar en el tema? ¿Le sorprendió que le confiara un texto científico? En el tema de la frialdad, Hirst recibiría de Freud diversas muestras de algo que por el momento solo podemos llamar parcialidad.

“Por si sirve de algo, parece significativo que a pesar de las dificultades existentes entre Freud y Emma (Eckstein), los padres de Hirst no se vieran disuadidos de mandarlo analizarse con Freud. También consideraban la posibilidad de poner a su hija en manos de Freud. Según le contó Freud a Hirst, cuando ella fue a verle por consejo paterno, lo hizo sólo para decirle claramente que no quería que la tratara; y el tema quedó zanjado. Freud llegó a decirle a Hirst que él era más inteligente que su hermana, lo que según las normas actuales no se consideraría apropiado”.[6]

Roazen se da cuenta de lo “no apropiado según las normas actuales” del proceder de Freud. ¿Por qué no es apropiado? De inicio parece descortés de parte de Freud al tomar su comentario como una agresión hacia la hermana de Hirst, o incluso signo de presunción si consideramos que la falta de inteligencia de su hermana se debía a haberse “resistido” al análisis con él. Sin embargo el que habla de esto es Hirst. ¿Y si ese comentario es inapropiado si consideramos que es propio de Freud o de la hermana de Hirst cuando habla de lo propio del paciente? Es decir, ¿será esta otra experiencia “impresionante” para Hirst ya que Freud le reconoce algo de más? Nos aventuramos al tema del reconocimiento apoyados con otro comentario “inapropiado” por parte de Freud.

“Cuando Hirst le dijo a Freud que se iba a Norteamérica, éste le preguntó: “¿Por qué no va a Sudamérica?”, una salida que consideró muy propia de él y que, como de costumbre, no iba en broma, Hirst le explicó que no sabía español, a lo que Freud respondió: “¡Demonios, se tarda tres semanas en llegar!” [7]

Además de mostrar su desprecio sabido por la cultura norteamericana, Freud de nuevo hace un comentario que suena pedante solo que incluyendo a propio Hirst. De nuevo le reconoce que podría hacer algo más, en este caso, aprender español en tres semanas del viaje en mar. Estos comentarios no son recibidos por Hirst como ofensas o falta de tacto aunque claramente como hechos que contradicen para él la idea que Freud fuera “frío” con sus pacientes. Finalmente Roazen hace la pregunta obvia sabiendo que lo busca conocer de Freud es su efectividad como terapeuta.
“Cuando le pregunté a Hirst en concreto cómo pudo Freud ayudarle, me habló de la “peculiar y extraña forma de impotencia” de la que sufría por entonces, que no le permitía eyacular cuando mantenía relaciones sexuales… Hirst pensaba que su “cura definitiva”, su “verdadera recuperación”, tuvo lugar unos diez años después de que terminara el análisis. Durante el tratamiento con Freud ya se dio cuenta de que podía ser inusualmente potente, y había mantenido varias relaciones sexuales satisfactorias en una hora”.[8]

¿El síntoma de impotencia tendrá relación con lo comentarios inapropiados de Freud? ¿Fueron solo apropiados para el caso de impotencia de Hirst? Lo interesante de estas memorias de Hirst sobre su análisis con Freud es que la “verdadera recuperación” llegara diez años después. ¿Puede esa recuperación estar ligada directamente al análisis? Para Hirst, el que realizó el análisis, el interesado después de todo, no hay duda de ello.

“Hirst dijo que su “cura definitiva” se produjo cuando pudo relacionar su dificultad para ganarse la vida con lo que antes había pensado sobre su incapacidad sexual. Hirst recordaba que estaba bajando las escaleras (un símbolo sexual según Freud) cuando estableció esa conexión; luego estudió derecho y desde entonces le fue bien. Hirst terminó diciendo que Freud había tenido razón con respecto a él durante análisis. Una vez le había traído algunos poemas suyos para que Freud los leyera, y a éste le sorprendió que tuviera “otros” dones aparte de los que le conocía. A Freud le chocó que tuviera una “mente tan analítica", y le dijo: “no eres una persona débil, sino muy fuerte”. Hirst dijo que recibir tales halagos de Freud era algo inesperado. Pensaba que había estado viviendo sólo con la mitad de su mente, incapaz de usar el resto, y que le debía “enteramente” a Freud haber podido completarse a sí mismo. El hecho de que le asegurase que tenía una buena cabeza era parte de la forma en que Freud le había ayudado”[9].

La cura analítica de Hirst se da cuando esa incapacidad “de usar el resto” de su mente deja de estar cuando Freud reconoce esa parte. ¿Freud operó como un motivador “si se puede”? Todo lo contrario, ya que solo hacía un reconocimiento, tal parece que en ocasiones en sorpresa, de los “otros dones” que le mostraba su paciente. Lo que dista de la forma del mero motivador que exhorta a “echarle ganas” nos parece que va más del lado de la forma que de la intención. Esa forma es el de las “extrañas” intervenciones de Freud.

“Al principio Freud se había mostrado escéptico con respecto al talento de Hirst para escribir poesía… En este sentido le quedó grabado para siempre un comentario de Freud: “En casi todos los ríos la arena contiene oro, la cuestión es saber si hay suficiente oro para que valga la pena explotarlo”. De esta forma, Freud había intentado poner en perspectiva la poesía de Hirst. Según él, Freud generalmente hablaba “muy poco” durante el análisis, y no bromeaba.” [10]

La forma de tales intervenciones tiene el efecto de mostrar un Freud que habla mucho en análisis pero solo si reconocemos que para efectos del estudio de Roazen y el ejercicio de selección de frases para este escrito nos concentramos en lo que dijo y no tanto en el tiempo que guardó silencio. El que Hirst recuerde que “hablaba muy poco y no bromeaba” nos indica que las intervenciones aunque nos parezcan constantes y de tono bromista eran preciosas por escasas y no trasmitían la sensación de meramente “pasar el rato” sino como parte del análisis.

“Hirst aún recordaba algunas anécdotas que contaba Freud. Una vez le dijo que una señora muy digna fue a un médico para saber qué podía hacer para no tener hijos. Éste le recomendó que lo mejor era el hielo y el agua fría. “Bien”, dijo ella, “pero ¿antes o después?” “¡En lugar de!” Para Hirst era característico que Freud expresara su sabiduría de forma sucinta.” [11]

Por lo recordado por Hirst, Freud creaba un ambiente en el análisis que lejos de ser cerrado, le permitió reconocer algo más en él.
“Lo que más admiraba del enfoque de Freud era que le había permitido convertirse en su propio “director de escena”. Cuando le trajo los poemas, por ejemplo, Freud le dijo: “Por fin has decidido que el poeta que llevas dentro también se analice”. Freud nunca le pidió que los trajera. Él no decidía qué temas iban a tratarse. Hirst se sentí inmensamente libre con él, quizás especialmente en contraposición a sus padres, a quienes describía como “puritanos” austeros y “muy severos”.” [12]

Esa “inmensa libertad” que vive Hirst como paciente nos hace reflexionar de forma transferencial su papel en la función del analista. El Freud que relata Hirst también se percibe libre, no sabemos si de hacer lo que se le plazca porque el mismo Hirst nota una metodología en ese hacer que constituía el análisis, además de una teoría que la sostenía.
“Cuando le pregunté a Hirst qué creía que lo había curado, sostuvo que habían sido dos cosas. La primera era el respaldo que tuvo durante el tratamiento, y la segunda la posibilidad que se le abrió de establecer una relación entre su capacidad de ganarse la vida y su vida sexual. En verdad él no sentía que Freud hubiera sido distante con él, visto el gran interés profesional que mostró y el hecho de que recordara muchas cosas sobre él. No había sentido que Freud lo mantuviera a raya. La relativa “frialdad” de Freud la había percibido más bien en las impersonales y breves tarjetas postales que le mandaba a Norteamérica. Por su parte, su actitud hacia Freud era la que tendría un cristiano ortodoxo hacia Cristo. Lo veía como a su “salvador” y creía que sin él hubiera sido un “fracasado” o un suicida”. [13]

El análisis le permite a Hirst establecer una conexión entre el ganarse la vida y su vida sexual. Este relato de una experiencia nos enseña algo. Contradice la idea que algunos pos-freudianos tienen de una especie de causalidad en lugar de ligazón de representaciones. El síntoma que lleva Hirst a análisis es en su vida sexual ¿Cuál es motivo sexual subyacente si ya el contenido es sexual? Hirst comenta que pudo hacer algo más cuando estableció la relación, de la “extraña” impotencia con la forma de ganarse la vida. De alguna forma, se dio cuenta que no era un bueno para nada. Hablando de potencia, aunque se nota que Hirst exalta a Freud no creo que lo idolatre de una forma blasfema ¿Qué potencia tiene para los judíos (en este caso Hirst y Freud) el Cristo de los católicos? ¿Es similar a que un católico pueda decir que su analista ha sido su guía como Moisés? No en todo río hay oro que valga la pena explotar. En este caso la exaltación tiene un carácter de relación transferencial totalmente parcial ya que el encuentro solo fue entre Hirst y Freud, incluso dejando fuera al psicoanálisis como teoría o institución.
“Al reflexionar sobre el procedimiento del tratamiento y el pensamiento psicoanalítico, Hirst insistía en que “cualquier sistema funcionaría ¡si un Freud lo toma a su cargo!”. [14]

Por comentarios como el anterior, Roazen no deja de preguntarse por el tipo de análisis que operó en Hirst, llegando a la conclusión de ser uno que “el tipo de cura por sugestión o por transferencia que Freud decía querer evitar porque no era duradera y era una reminiscencia de la ayuda religiosa”. Esto abre el tema importante del papel de la sugestión y la transferencia en el análisis. La duración de la cura queda cuestionada en labios del propio paciente Albert Hirst, pero eso que generaba un lazo transferencial en Freud y el cómo lo manejaba es tema a seguir trabajando. Lo que reconoce Roazen es la impresión de Freud que le queda después de hablar con Hirst.
“Si Hirst se había referido a la “frialdad básica” de Freud, se trataba de una respuesta ante la abstracta actitud de Eissler con respecto a los antiguos problemas de Hirst, pero cuando se le permitió dar su propia versión del ambiente que se respiraba durante el tratamiento, describió a Freud como un analista muy activo, a veces intervencionista, lo que difiere bastante del estereotipo de terapeuta neutral preferido posteriormente por los defensores de la ortodoxia como Eissler.” [15]

Cerramos el comentario con una reflexión sobre la ortodoxia freudiana. Ese Freud mistificado requiere ser estudiado. En lugar de solamente estar en contra de esas formas rígidas y pensar en histéricamente luchar contra las instituciones se requiere devotamente cuestionarlas. El mejor lugar para que este cuestionamiento se presente es la clínica. Roazen busca saber la talla de Freud como terapeuta y lo que nos encontramos es que en el proceso del análisis, la experiencia del encuentro entre analista y analizante se mide en sus propios términos, si se permiten estar “juntos en la chimenea”.

[1] Roazen, P. Cómo trabajaba Freud. Comentarios directos de sus pacientes. “How Freud Worked. First-Hand Accounts of Patients” (1995) 1ª edición en castellano, 1998. Ediciones Paidós.
[2] Roazen, P. Óp. Cit. Pág. 19.
[3] Ibíd. Pág. 31
[4] Strachey, J. Nota introductoria de Cinco Conferencias sobre psicoanálisis. (1910 (1909)). Obras Completas de Sigmund Freud. Amorrortu Editores. Volumen XI.
[5] Ibíd. Pág. 33.
[6] Ibíd. Pág. 38
[7] Ibíd. Pág. 39
[8] Ibíd. Pág. 46
[9] Ibíd. Págs. 46-47
[10] Ibíd. Pág. 48
[11] Ibíd. Pág. 52
[12] Ibíd. Pág. 50
[13] Ibíd. Pág. 47
[14] Ibíd.
[15] Ibíd. Pág. 55

sábado, julio 04, 2009

Trastorno de Estrés Post Traumático (PTSD), Patología Actual y El problema de la Representación[1]
En contestación a “Déficit de Afecto. Estructura de Personalidad y (PTSD)” (J.MIlls)
Paul Verhaeghe y Stijn Vanheule
Universidad de Gante, Bélgica


Leyendo una reacción a lo que uno publica es habitualmente algo bueno para el narcisismo de uno. En el mejor de los casos, es algo bueno para el pensar de uno también, eso nos obliga a reconsiderar críticamente un número de nuestras ideas. Este es el caso con el artículo publicado por J. Mills como una reacción hacia nuestro articulo “Neurosis Actual y PTSD” (Verhaegue y Vanhuele, 2005). En la primera parte de nuestra respuesta, aclararemos ciertas de nuestras ideas a luz de la observación crítica de Mills. En la segunda parte, queremos dirigirnos a lo que consideramos es el problema principal en cuanto al tema del Trastorno por estrés post-traumático (PTSD), que es, la cuestión de la representabilidad.

El título del artículo de Mills da un buen resumen de su objeción central a nuestro razonamiento. En su experiencia clínica, la predisposición a presentar cuadros de PTSD en un futuro es predicha “en base a déficits tempranos en la estructura de personalidad por traumas en el desarrollo.” En su último libro (Mills, 2005) ha generalizado la idea de que “déficits estructurales en la organización de la personalidad por una patología en el apego constituida como un trastorno del yo y mantenida a niveles de representaciones inconscientes.” A primera vista, esto parece ser una diferencia grande con nuestro razonamiento, donde la estructura neurótica actual, basada en un fracaso del Otro durante las interacciones tempranas padres-hijo, es antepuesta para la predisposición a futuro de PTSD. No obstante, existen más similitudes que divergencias.
Cierto es, en nuestro razonamiento, que las interacciones fracasadas entre niño y Otro determinan lo que hemos llamado aquí el trauma original (Verhaeghe y Vanheule, 2005, p. 502) y en otra parte el “trauma estructural” (Verhaeghe, 2004, p. 317). Cuando escribimos nuestro artículo e incluso ahora, estamos muy conscientes de las dificultades semánticas. Declarar que un trastorno causado por un trauma es basado sobre un trauma precedente suena muy circular. Por lo tanto, consideramos de mayor importancia elaborar el - claro - contexto estructural de este trauma original, basados sobre una reinterpretación y ampliación de las neurosis actuales de Freud.
La idea de “estructura” es en estos momentos muy importante. Existen por los menos dos actores involucrados - el infante y el Otro - alrededor de una cuestión central: la excitación pulsional, vivido por el infante como proviniendo del exterior. Durante el estadio del espejo, el infante recibe representaciones llegadas desde el Otro, indicándole no solo lo que él o ella siente, y cómo arreglárselas con eso, sino también quién es él o ella. Cierto es que, tanto para la teoría Lacaniana y la teoría contemporánea del apego, el desarrollo de la identidad y la regulación de la excitación pulsional son un solo proceso. Además, este desarrollo de la identidad no es solo un asunto de contenido, es también- y probablemente aun más importantemente- la instauración de una estructura del sujeto. Dependiendo de la teoría, denominaciones diferentes pueden ser utilizadas para indicar esta estructura. En la tradición freudiana clásica, encontramos aquí las ideas del Superyó y el Yo, combinadas con el ideal del Yo y el Yo ideal, encima del Ello. Más aún, incluso en la teoría freudiana, estas estructuras sobrepasan la oposición blanco y negro entre el Yo y el otro, como lo indican los procesos de identificación y proyección (Freud, 1925/ 1978a). Los términos posteriores proveen el nexo a otra idea importante: Los mecanismos de defensa, los cuales pueden ser entendidos como defensas directas ambas en contra de la propia excitación pulsional como en contra del mundo exterior.
Esto nos trae de vuelta a la estructura neurótica-actual[2] y el Otro. Si alguien se queda atascado a nivel neurótico-actual, esto no solo significa que él o ella no adquirió propiamente las herramientas psicológicas para procesar la excitación somática; también significa que el desarrollo de la subjetividad esta obstaculizada. Así, en nuestra lectura, la neurosis actual también implica defectos en la estructura del sujeto, basados sobre el fracaso inicial de la relación entre el Otro y el sujeto- a -ser. Obviamente, esto no estaba suficientemente claro en nuestro artículo. Esto nos lleva a otras dos observaciones importantes, la primera acerca del Otro, la segunda acerca de la neurosis actual.
Hemos usado la idea del Otro Lacaniano, para indicar la otra parte en el proceso de formación del sujeto; su significado fue brevemente explicado en una nota al pie de página (Verhaeghe & Vanheule, 2005, p. 495, pie de página 1). Mills acentúa la agencia de el M/otro (sic)[3] como “la presentación del original objeto de amor como figura primaria de apego quien simultáneamente que se comunica como un sujeto lingüístico encarnado.” En su lectura, el discurso de la madre es la informante principal de la estructura inconsciente “pero esto no es todavía una condición suficiente para explicar la estructura psíquica en su totalidad, una discusión que es mejor dejarla para otro lugar.” Francamente, no vemos mucha diferencia entre sus lecturas de la M/otro y nuestra presentación del Otro Lacaniano, aparte del hecho que éste ultimo implica también al padre, probablemente como la parte necesaria para explicar la inauguración de la estructura psíquica como tal. ¿Será posible que nos encontremos aquí con los restos de un aspecto desconocido en la historia psicoanalítica? Recordamos la híper-acentuación de Freud por el padre con casi total negación de la madre, llevando a una necesaria híper-corrección por los Klenianos y la mayoría de la escuela Anglo-Sajona, seguida en su turno por la híper-corrección de los Lacanianos volviendo a enfocarse en el padre. Como sea, es completamente notable leer el importante trabajo en la teoría contemporánea psicoanalítica sobre el apego (Fonagy et al., 2002) y ver que en las partes conceptuales y empíricas de ese trabajo, el padre es ausente casi completamente - en franco contraste con los casos de estudio.
Otro señalamiento al respecto es mucho más difícil de responder. Como Mills acertadamente marca, nuestro razonamiento implica “un determinismo causal que ocurre en una sola dirección directa desde el Otro”. Parece ser como si la patología es el efecto exclusivo del Otro, ya sea que él o ella haya ofrecido insuficiente espejeo al infante o un tipo equivocado de espejeo, posiblemente dentro de un contexto de abuso. La relación de dos vías y la mediación del Yo, quedan desatendidas. Este es el problema de Freud de la "Neurosenwahl" (“elección de neurosis”[4]), indicando el impacto del tema en el desarrollo de la patología específica del sujeto. Estamos plenamente convencidos de una bidireccionalidad causal, pero por el momento, no somos capaces de incluir esto en una forma matizada. Esto es un tema muy importante para futuras investigaciones, aunque es difícil de encontrar los métodos correctos para investigar esta bidireccionalidad.
Nuestra idea más importante es que, a causa de una perturbación en la primera relación entre sujeto y Otro, una serie de temas se quedan con un fracaso en su capacidad psicológica para el tratamiento de su excitación y la identidad, en combinación con una particular postura hacia el Otro. Hemos interpretado este fracaso a través de una nueva lectura las “neurosis actuales” de Freud. Mills tiene razón en señalar que esa reducción a la neurosis es de hecho una reducción. Estamos muy contentos con esta observación, porque nos da la oportunidad de presentar nuestra idea más general, que, en efecto, no estaban presentes en este artículo, en particular, que fue publicado (Verhaeghe, 2004). Lo que nos acontece es que el alcance de lo que prefiero llamar patología actual (o actuolopatía), va mucho más allá de PTSD o de hecho la neurosis (Verhaeghe, Vanheule, y De Rick, 2007). Vamos a recordar al lector el hecho de que, incluso para Freud, una neurosis actual podría estar presente en la psicosis; más en particular en hipocondría (Freud, 1914/1978b, págs. 82-85).[5] Una vez más, nuestra idea principal se refiere a la falta de posibilidades en el proceso de la excitación psicológica y la identidad, en combinación con una postura particular hacia esta otra. El resultado neto es exactamente lo contrario que se espera de los síntomas y la transferencia.[6] De hecho, los síntomas clásicos (conversión, construcción fóbica, pensamientos obsesivos, alucinaciones, delirios), por diferentes que sean, dan testimonio de una transformación de una representación subyacente al problema. Por esta razón, un clásico síntoma contiene múltiples significados por lo que se les solicita una interpretación. Cada vez una mayor parte de la patología, por lo general se resume en la idea de "limítrofe" (o Borderline), demostrando una y otra vez un fracaso en este sentido, sus síntomas (somatización, auto-mutilación, adicción, trastornos de la alimentación,...) son más a menudo intentos sin significado que tratan de abreaccionar un problema subyacente. En este sentido, estamos totalmente de acuerdo con Mills para ampliar nuestro razonamiento más allá de la neurosis. Por otra parte, nos lleva a una cuestión importante que no se debe perder: el problema de la representación.
Dado que éste es probablemente uno de los temas más difíciles, no lo podemos dejar de producir en el comienzo de una respuesta, es decir, señalando el problema. Estamos plenamente de acuerdo con nuestro colega, cuando en resumen de sus observaciones sobre este punto afirma que "el obstáculo terapéutico está en la naturaleza de la representación que no puede distribuir la angustia asociada a la memoria”. Este es el problema fundamental de Freud y, desde el principio. En este sentido, lo más fácil es un razonamiento que se opone a dos series en relación con un evento (traumático). Por una lado, tenemos las representaciones, los recuerdos de lo normal, la conciencia, y la posibilidad de la transformación psicológica, por otro lado, no existen representaciones, recuerdos no normales, sin conciencia, y la imposibilidad para la transformación psicológica. Esto es la base de la primera topología Freudiana, de donde se descubrió que estas representaciones ausentes y los recuerdos fueron obviamente muy presentes, pero de forma inconsciente "en otros lugares" desde donde funciona en un modo patógeno. A su juicio, esta ausencia como el motivo del fracaso de su "Abreaktion", es decir, un proceso necesario para la salud psicológica. Además, esta abreacción trata un quantum afectivo normalmente asociado a las representaciones. En el caso de la falta de éstas, el quantum afectivo de esta sigue siendo estrangulado (“atorado”, “eingeklemmt") y operado en una forma patógena, precisamente porque no se pudo llevar a cabo la abreacción (Breuer y Freud, 1895/1978).
Por lo tanto, su ausencia en la conciencia (memoria) del sistema implica una presencia en el inconsciente (memoria) del sistema. Pero, ¿Cuál es la naturaleza de esta presencia o de la memoria actual? ¿Estamos todavía hablando de representaciones? Estas son preguntas que se ejecutan a través del trabajo de Freud y el psicoanálisis en general. En su primera topología, se formula una respuesta en términos de represión primaria. En el período posterior a la época freudiana, esta idea casi ha desaparecido y tendemos a olvidar la definición de Freud. Una represión primitiva es una represión primordial de la fijación ciertos materiales que no se les permite convertirse en representaciones psicológicas normales. Este material tiene que ver con el trauma, y constituye el núcleo del sistema Incc. A partir de la cual una fuerza de atracción ha de operar sobre el material que se convertirá en el objeto de la represión secundaria "Nachdrängung” (literalmente: después de la represión) (Freud, 1915/1978d, p.148).
El debate post-freudiano acerca de la naturaleza inconsciente de este núcleo es un ejemplo del debate en las escuelas Kleinianas sobre (la naturaleza de las) fantasías inconscientes, el debate entre Leclaire y Lacan acerca de la presencia de significantes en el sistema Incc. y entre Lacan y Laplanche sobre la interpretación y traducción de Freud "Vorstellungsreprasentanz" (Laplanche y Leclaire,1966). Las ideas de Lacan en su seminario XI son bastante cercanas al sistema original Incc. Freudiano, como él interpreta el "Un" de Unconscious (Inconsciente) como la indicación de algo pre ontológico y no comprendido (Lacan, 1964/1973, págs. 28-32). A este respecto, se suma a la notable idea de Freud acerca de lo que efectúa la terapia. Como no hay recuerdo conscientes que se encuentran sobre el trauma, Freud llega a la hipótesis de que el tratamiento se reduce a "la realización de un acto psíquico que no ha tenido lugar en el momento [del trauma]" (Freud, 1893/1978c, p.39; Freud Y Breuer, 1895/1978, p. 300; véase nuestro artículo anterior, Vanheule yVerhaeghe, 2005, p.503). Este acto es la traducción o la verbalización de "representaciones" inconscientes en otras conscientes. De nuevo, esto nos deja con la pregunta sobre la "naturaleza de la conciencia" (Freud, 1895/1978, p. 300). En el período posterior a la época freudiana, esta meta terapéutica ha sido entendida como una necesidad para recordar el trauma. El objetivo de Freud es diferente: La verbalización permitirá la desaparición del afecto a través del proceso de asociación, el efecto patógeno del trauma tiene que ver con el hecho de que la forma normal de los procesos de disminución del agotamiento por abreacción y asociación desinhibida fueron imposibles por falta de representaciones (Freud y Breuer, 1895/1978, pp. 9-11).
La oposición entre el consciente y el inconsciente, representaciones en materia del trauma, no es -como señala Mills - una distinción entre el ser inscrito en la psique o no. Ambos han de ser inscritos, la cuestión es entender las diferencias. Una forma posible de hacerlo es acentuando la diferenciación, a menudo descuidada, hecha por Freud entre la representación y el efecto. Parece como si la representación tiene más que ver con la conciencia y que el efecto tiene más que ver con el inconsciente. Es notable descubrir el mismo razonamiento en la neurociencia contemporánea, incluso con la misma solicitud el trastorno de estrés postraumático. Las funciones normales de memoria declarativa, funcionan principalmente a través del hipocampo, que se encarga de la formación de representaciones. Este sistema de memoria es muy útil, ya que nos ayuda a olvidar las cosas, o al menos, a linearlas con respecto a nuestras situaciones contemporáneas (es decir que, como memoria, no es muy fiable). El otro es la memoria sobre la base de la amígdala y que realiza un seguimiento de nuestros afectos, además, se hace mediante el mantener el efecto como lo fue, y reactivar el sistema cuando se le pide (Ledoux, 1996, págs. 198-200). Aunque la primera basada en la memoria del hipocampo puede traer memoria de un efecto, el otro sistema nos lleva una memoria emocional "justo como solía ser" – Recordemos que Freud dijo que el inconsciente no conoce el tiempo, que todo se mantiene en su forma original.
Además, la investigación neurológica explica el extraño hecho de por qué un trauma, que ha por ejemplo tenido un gran impacto en este asunto, suele ser muy difícil de recordar de una forma normal, es decir, de representación. La investigación ha demostrado que los altos niveles de estrés, provocado por el trauma, inhiben seriamente la memoria declarativa normal, mientras que sucede exactamente lo contrario con respecto a la memoria de los afectos con base en la amígdala (Ledoux, 1996, págs. 243-246). Básicamente, esto significa que almacenamos la angustia y el pánico causado por el trauma y las recordamos demasiado bien, aunque se trata de una memoria que no podemos controlar, porque no se ha logrado la construcción de representaciones sobre el trauma, construir suficiente de ellos, o la construcción de tal manera que podrían haber entrado en la normalidad y cadenas asociativas por lo tanto, el proceso normal de disminución del agotamiento.
En resumen, el problema de la representación y el trauma puede ser presentado de la siguiente manera. Las más de las veces, no hay recuerdos normales de representación sobre el trauma. Si existen, no son "normales", en el sentido de que no están asociados a sus afectos (véase disociación). En el caso de un trauma que no es representacionalmente recordado nos encontramos con afectos "recuerdos" consagrados que son más re-vividos que recordados (véase la memoria con base en la amígdala), y su estado de representación es muy difuso. El objetivo del tratamiento es hacer posible para el paciente construir y manejar las representaciones sobre el trauma, junto con sus afectos, de tal manera que éstas representaciones entren a la cadena normal de asociaciones (y su efecto de desgaste y olvido) y que es lo que afecta a la abreacción. Como todo médico sabe, esto sólo es posible dentro de una alianza de trabajo positiva y de apoyo, que no es fácil de instalar, sino todo lo contrario.
Lo último – los problemas transferenciales - nos lleva a la etiología en la actuolopatía. En nuestra lectura, estos pacientes comienzan su formación de identidad y regulación de excitación pulsional en un ambiente inseguro e estructuralmente traumatizante (el Otro), resultando en una deficiente identidad y en pobres capacidades para lidiar los procesos de excitación (incluyendo su propia excitación en desarrollo, junto con los efectos debido al trauma) en un modo representacional. El efecto es doble. A nivel transferencial, no esperan mucho del Otro – siendo éste incluso en el mejor de los casos. En el plano individual, no serán capaces de producir la "abreacción” normal según Freud es decir, a través de procesos asociativos. No olvidemos que los síntomas clásicos son para Freud también formas de abreacción defectuosas, pero tienen la ventaja de estar ya en el nivel de la representación simbólica. Esta salida no está disponible para la actuolopatía, lo que significa que tienen que manejar la excitación que se encuentra a nivel de lo real, que suele ser la realidad del cuerpo (ya sea del propio paciente, o alguien más).
Las consecuencias para un enfoque psicoanalítico son muy importantes, y ya se ha indicado por Freud: el psicoanálisis clásico no funciona, porque no hay síntomas clásicos que podrían ser interpretados. En lugar de eso, nos enfrentamos a una inmediata (es decir, no mediada simbólicamente) manipulación de la excitación. La necesidad de estos pacientes es la posibilidad de procesar la excitación en una forma representacional. En lugar de la interpretación, necesitamos ayudarlos con construcciones. Esto es aún más difícil, debido a la transferencia es muy diferente en comparación con la psiconeurosis clásica, y por lo general más negativamente ambivalente que otra cosa. Como una relación positiva es la condición necesaria para la presentación de las construcciones, ésta será la primera meta del tratamiento. Al mismo tiempo, no debemos olvidar que la pobre capacidad de representación de estos pacientes no es un carácter aislado, exactamente lo mismo ocurre con su identidad.
Con un poco de exageración, se puede decir que nuestro trabajo aquí es exactamente lo contrario en comparación con nuestro trabajo tradicional con la psiconeurosis tradicional.


Referencias

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[1] Traducción realizada por la lic. Norma Y. Dzib Tello y Héctor Mendoza. Título original “POSTTRAUMATIC STRESS DISORDER (PTSD), ACTUALPATHOLOGY, AND THE QUESTION OF REPRESENTABILITY” en http://www.psychoanalysis.ugent.be/pages/nl/artikels/artikels%20Paul%20Verhaeghe/PTSD,%20actualpathology,%20and%20the%20question.pdf


[2] El tema de las “neurosis actuales” y su relación con las “neurosis de transferencia” es desarrollado por Freud a detalle en su “24ª conferencia. El estado neurótico común” de las “Conferencias de introducción al psicoanálisis”. (1916-1917). Obras Completas de Sigmund Freud. Amorrortu Editores. Volumen XVI. Nota de Héctor Mendoza.

[3] La expresión original es “M/other” lo cual hace relación tanto al Otro como a la Madre como primer Otro. Nota de traducción.

[4] Un lugar donde Freud aborda este tema es en el caso del Hombre de las Ratas: “(…) aunque sería atractivo referir el problema de la “elección de neurosis” a la vida pulsional, se tienen bastantes razones para apartar esa tentación, y es preciso decirse que en todas las neurosis uno descubre, como portadoras de síntoma, las mismas pulsiones sofocadas”. En una Nota al pie se comenta “(Este problema venía ocupando a Freud desde mucho tiempo atrás. Había procurado resolverlo ya en 1896 (véase su carta a Fliess del 30 de mayo de ese año (Freud, 1950ª, Carta 46), AE, 1, págs. 271-1). Volvió al tema en repetidas oportunidades…)” Freud, S. A propósito de un caso de neurosis obsesiva (1909). Obras completas de Sigmund Freud, Amorrortu Editores. Volumen X. Nota de Héctor Mendoza

[5] No olvidemos que en época de Freud, “neurosis” un término genérico, y que para Freud, la principales diferencias era entre las neurosis actuales versus las psiconeurosis, y las neurosis de transferencia versus las neurosis narcisistas.

[6] No podemos elaborar las diferencias típicas entre la transferencia actuopatológica y la “normal”. Suficiente es decir que el acento está en la angustia de separación (la necesidad por el Otro) en combinación con una expectación ambivalente (no obtuvieron muchas cosas buenas de este Otro al principio, ¿porqué sería diferente ahora?).